La explosión PUNK: No hay futuro
1976 son tiempos de crisis. La subida brutal del petróleo después de la guerra áraba-israelí de 1973, es un duro golpe para las naciones occidentales. Gran Bretaña ve como los últimos bastiones de su economía se van desmoronando: la industria del automóvil roza la quiebra, el sector textil está entre trapos, las industrias del carbón y la metalurgia se agarran a clavos de pérdidas, y la flota mercante no sale de los muelles mas hundida que nunca. Los sueldos se estancan mientras que los precios suben, la plaga de la desesperación colectiva se extiende no más rápido que las tasas del paro, espectaculares atentados del IRA hacen estremecer a la población ya en si desesperada.
Pero queda el ocio como elemento de evasión: el fútbol, como institución nacional, conoce su mejor momento. Los apostadores son cada vez más numerosos, asi como los prestamistas; una gran cantidad de ociosos forzosos, echados fuera del tren del trabajo por la crisis, prueba suerte en juegos de azar. Pero para los jóvenes no hay nada. Bombardeados cada noche por la televisión con las cifras del paro y la lista de fábricas que cierran, viendo a su alrededor la ruina de familias enteras que en antaño vivieron cómodos con un sueldo fijo, pidiendo becas de estudios que solo llegan a unas minorías, con pequeños apaños, pequeños trabajos, una sola idea permanece en sus inquitas mentes: No hay futuro.
Su habitual fuente de evasión e inspiración, el rock, también les ha fallado. En otros tiempos cristalizaba una toma de conciencia, una rebelión, una forma de distraerse un poco. Una música que había sido signo de identidad para anteriores generaciones dormía aletargada en manos de grandes discográficas y artistas que, olvidando sus raices y retirados en lujosos palacios, vivían de espaldas a su público. Su antiguo espíritu había sido suplantado por dudosos conceptos intelectuales, hedonistas enfrascados en botellas "al por mayor", estériles exhibiciones de virtuosismo instrumental e intereses económicos exagerados. Los Dioses de la lucha y la esperanza se han vendido.
El punk nacerá como un hijo despreciado que mata al padre, como una idea de un universo en conflicto intergeneracional que recuerda las concepciones del movimiento mod y la contracultura americana. "La idea básica del punk es volver a los chicos contra sus padres", declaró Johnny Rotten, cantante de los Sex Pistols. Esta explosión, la última gran revolución del rock, abrió la puerta a los más jóvenes en un negocio monopolizado en aquel momento por profesionales "puretas" cercanos a los 30. Reafirmando que lo más importante qué se dice y no cómo se dice, los punks animaron a cualquiera que quisiera intentarlo a tomar un instrumento y formar un grupo. Recuperaron el formato single, recordándonos que el rock debe ser algo efímero y rápido, que sólo algo visceral, expresivo, intenso, aunque sudoroso y vulgar, puede tener la fuerza que esta generación necesitaba. El punk le devolvió a rock el eco de la calle mediante desquiciados gritos sobre fondo caótico de guitarras saturadas, bajos contundentes y baterías martilleantes. Renegaban de la tradicuión blues del rock, de la estructura armónica de los tres acordes, acentuaban todos los tiempos, que es igual que abolirlos. Esta juventud poco politizada, inculta y predelincuente, tiene la capacidad de producir la única revolución musical del rock auténticamente blanca; a pesar de sus lazos, atados posteriormente con el reggae o el ska de los guetos jamaicanos de Londres, la música punk es autónoma. Tan fuerte es su odio al rock clásico que rechazan la palabra punk-rock. Descalificaban a los hippies, renegaban de sus drogas para no desaprovechar la ocasión de esnifar cola o ingerir speed. Sus raices estaban en la virulencia de las primeras grabaciones de los Who, o en grupos malditos que, como los Stooges, los New Work Dolls o la Velvet Underground, habían sentado un precedente en su actitud expontánea y subersiva.
Con cualquier cosa que pillaban, instrumentos prestados o robados, los más jóvenes y hastiados chavales londinenses empezaron a armar ruido y más ruido hasta vomitar por completo toda su alma y todo el vacío que llevaban dentro. La juventud quemada se identificaban con ellos, se sentían como ellos. En cuestión de semanas encontraron pubs periféricos y pequeños clubes donde actuar, y ya en septiembre de 1976 se reunieron en el primer festival punk, en el 100 Club, grupos como Sex Pistols, Damned, Clash, Subway Sect, Vibrators, Buzzcocks y Siouxsie (Hace un par de meses conocí a una tipa que estuvo allí). A principios de 1977, el movimiento había crecido tanto que necesitaba templo propio, gloria y castigo que correspondió al Roxy Club. El punk ya era un estilo consolidado.
Empujados por la falta de recursos y por su destructiva visión estética, los punks convertían objetos cotidianos y de desecho en ropas y bisutería. Querían ser diferentes. Vestían camisetas rasgadas y pintarrajeadas, adoptaron los imperdibles como joyas, lucían crestas y peinados extravagantes. Querían, no llamar la atención, sino destrozarla, buscaban la provocación en sus progenitores (Sid Vicious y Siouxie lucían esvásticas). Deseaban, por norma, romper todo lo establecido por el hecho de serlo. La pretendida decadencia y el "mal gusto" de su imagen, como la agresividad de su música, fue un revulsivo, un desafío a una sociedad que sentían les había infravalorado y ahora les miraba con horror, como un monstruo de Frankenstain creado por ella misma que se revelaba contra su primogenitor.
Y no se quedaron sólo en las apariencias. En poco menos de un año disponían de su propia prensa, fanzines como Sniffin´Glue, donde exponían sin recortes ni censura cuanto les venía en gana, y de su propia infraestructura, con sellos independientes que fueron la respuesta al poco interés inicial demostrado por las grandes discográficas. El punk era una fuerza indiscutible que había esrablecido sus propias reglas. Desgraciadamente, los medios de comunicación de masas se quedaron en la violencia gratuita, el histrionismo y el aspecto escandaloso del asunto.
La exitosa ascensión de los Sex Pistols benefició a muchos otros grupos que pudieron grabar gracias a las primeras páginas de los periódicos y a las apariciones televisivas de Johnny Rotten y sus colegas. Pero por otra parte, se ha considerado el punk, por algunos sectores, como una invención de unos cuantos agitadores que, como Malcom McLaren, aprovecharon la coyuntura para implantar una nueva moda y beneficiarse de ella. Cuando en verdad había mucho más detrás de todo ese "R´n´R swindle".
No debe olvidarse la dimensión política del punk, aun sabiendo de sus contradicciones. Cuando abogaban por la "anarkía", se referían al caos sin más; cuando negaban el futuro parecían nihilistas ingenuos; cuando invitaban a la destrucción sistemática, lo hacían sin plantearse lo posibilidad de edificar un nuevo orden. Pero detrás de tanta furia se escondían lecciones prácticas como la filosofía de "háztelo tu mismo", que daría paso a la creación de innumerables sellos independientes y pondría en entredicho el poder de la industria; detrás de tanto berrido había una lucha desesperada contra un sistema que ellos percibían inamovible, un sistema en el que vivían cual "hormiguitas" dentro de un bloque duro y rígido que al intentar cambiarlo aparecía, nunca mejor dicho, como "hormigón armado". Pero un sistema que al final terminaron por reventar, y que tuvo que arrodillarse para asimilarlos como un mal trago. Aunque para bien o para mal, terminó asimilándolo. Afortunadamente, una pequeña semilla quedó en algunos otros lugares, que sin morir en ningún momento, ha hecho renacer este
movimiento con sus propias aportaciones.
XXX MARKITOS XXX
El punk nacerá como un hijo despreciado que mata al padre, como una idea de un universo en conflicto intergeneracional que recuerda las concepciones del movimiento mod y la contracultura americana. "La idea básica del punk es volver a los chicos contra sus padres", declaró Johnny Rotten, cantante de los Sex Pistols. Esta explosión, la última gran revolución del rock, abrió la puerta a los más jóvenes en un negocio monopolizado en aquel momento por profesionales "puretas" cercanos a los 30. Reafirmando que lo más importante qué se dice y no cómo se dice, los punks animaron a cualquiera que quisiera intentarlo a tomar un instrumento y formar un grupo. Recuperaron el formato single, recordándonos que el rock debe ser algo efímero y rápido, que sólo algo visceral, expresivo, intenso, aunque sudoroso y vulgar, puede tener la fuerza que esta generación necesitaba. El punk le devolvió a rock el eco de la calle mediante desquiciados gritos sobre fondo caótico de guitarras saturadas, bajos contundentes y baterías martilleantes. Renegaban de la tradicuión blues del rock, de la estructura armónica de los tres acordes, acentuaban todos los tiempos, que es igual que abolirlos. Esta juventud poco politizada, inculta y predelincuente, tiene la capacidad de producir la única revolución musical del rock auténticamente blanca; a pesar de sus lazos, atados posteriormente con el reggae o el ska de los guetos jamaicanos de Londres, la música punk es autónoma. Tan fuerte es su odio al rock clásico que rechazan la palabra punk-rock. Descalificaban a los hippies, renegaban de sus drogas para no desaprovechar la ocasión de esnifar cola o ingerir speed. Sus raices estaban en la virulencia de las primeras grabaciones de los Who, o en grupos malditos que, como los Stooges, los New Work Dolls o la Velvet Underground, habían sentado un precedente en su actitud expontánea y subersiva.
Con cualquier cosa que pillaban, instrumentos prestados o robados, los más jóvenes y hastiados chavales londinenses empezaron a armar ruido y más ruido hasta vomitar por completo toda su alma y todo el vacío que llevaban dentro. La juventud quemada se identificaban con ellos, se sentían como ellos. En cuestión de semanas encontraron pubs periféricos y pequeños clubes donde actuar, y ya en septiembre de 1976 se reunieron en el primer festival punk, en el 100 Club, grupos como Sex Pistols, Damned, Clash, Subway Sect, Vibrators, Buzzcocks y Siouxsie (Hace un par de meses conocí a una tipa que estuvo allí). A principios de 1977, el movimiento había crecido tanto que necesitaba templo propio, gloria y castigo que correspondió al Roxy Club. El punk ya era un estilo consolidado.
Empujados por la falta de recursos y por su destructiva visión estética, los punks convertían objetos cotidianos y de desecho en ropas y bisutería. Querían ser diferentes. Vestían camisetas rasgadas y pintarrajeadas, adoptaron los imperdibles como joyas, lucían crestas y peinados extravagantes. Querían, no llamar la atención, sino destrozarla, buscaban la provocación en sus progenitores (Sid Vicious y Siouxie lucían esvásticas). Deseaban, por norma, romper todo lo establecido por el hecho de serlo. La pretendida decadencia y el "mal gusto" de su imagen, como la agresividad de su música, fue un revulsivo, un desafío a una sociedad que sentían les había infravalorado y ahora les miraba con horror, como un monstruo de Frankenstain creado por ella misma que se revelaba contra su primogenitor.
Y no se quedaron sólo en las apariencias. En poco menos de un año disponían de su propia prensa, fanzines como Sniffin´Glue, donde exponían sin recortes ni censura cuanto les venía en gana, y de su propia infraestructura, con sellos independientes que fueron la respuesta al poco interés inicial demostrado por las grandes discográficas. El punk era una fuerza indiscutible que había esrablecido sus propias reglas. Desgraciadamente, los medios de comunicación de masas se quedaron en la violencia gratuita, el histrionismo y el aspecto escandaloso del asunto.
La exitosa ascensión de los Sex Pistols benefició a muchos otros grupos que pudieron grabar gracias a las primeras páginas de los periódicos y a las apariciones televisivas de Johnny Rotten y sus colegas. Pero por otra parte, se ha considerado el punk, por algunos sectores, como una invención de unos cuantos agitadores que, como Malcom McLaren, aprovecharon la coyuntura para implantar una nueva moda y beneficiarse de ella. Cuando en verdad había mucho más detrás de todo ese "R´n´R swindle".
No debe olvidarse la dimensión política del punk, aun sabiendo de sus contradicciones. Cuando abogaban por la "anarkía", se referían al caos sin más; cuando negaban el futuro parecían nihilistas ingenuos; cuando invitaban a la destrucción sistemática, lo hacían sin plantearse lo posibilidad de edificar un nuevo orden. Pero detrás de tanta furia se escondían lecciones prácticas como la filosofía de "háztelo tu mismo", que daría paso a la creación de innumerables sellos independientes y pondría en entredicho el poder de la industria; detrás de tanto berrido había una lucha desesperada contra un sistema que ellos percibían inamovible, un sistema en el que vivían cual "hormiguitas" dentro de un bloque duro y rígido que al intentar cambiarlo aparecía, nunca mejor dicho, como "hormigón armado". Pero un sistema que al final terminaron por reventar, y que tuvo que arrodillarse para asimilarlos como un mal trago. Aunque para bien o para mal, terminó asimilándolo. Afortunadamente, una pequeña semilla quedó en algunos otros lugares, que sin morir en ningún momento, ha hecho renacer este
movimiento con sus propias aportaciones.
XXX MARKITOS XXX